Capítulo 17
Lentamente emerjo de mi pozo de sueños. Aprieto los labios
y los párpados, realmente estoy muy cómoda justo ahora. Mi mente se mantiene
bajo el efecto del sopor creado por imágenes, sensaciones y sonidos que inundan
mis sentidos. Muevo mis dedos y las yemas me hormiguean suavemente; es entonces
que lo recuerdo. La discusión, el sexo, Lyem. Abro los ojos y levanto la mirada
sólo para descubrir que él me observa distraídamente mientras una de sus manos
acaricia ociosamente mi piel. Le sonrío tímidamente cuando sus ojos emiten un
suave destello.
-¿Mejor ahora? -se acuesta sobre su costado alzándose sobre
su codo, apoyando la cabeza en la mano, mientras la otra la mantiene sobre mi
vientre.
Me abrazo a él con fuerza, escondiendo mi rostro en su
pecho y acariciándolo con mi nariz y mis mejillas.
-No -me aparto y le sonrío-. Quería seguir durmiendo.
-¿Tan cansada te dejé? -inquiere con cierto tonillo de
suficiencia. Esboza una sonrisa de medio lado, aquella con la que comúnmente se
mofa de mí. Pero esta vez no me importa.
-Me agrada dormirme contigo -confieso tímidamente. La
sonrisa desaparece enseguida de su rostro- Además, estaba soñando con algo que
deseo hacer desde hace tiempo.
-¿Y eso qué es?
Me encojo de hombros, acostándome de espalda.
-Ver las estrellas.
Suelta un bufido y su expresión burlona vuelve.
-¿Acaso en Londres no hay estrellas?
-No se trata de eso. Siempre he querido ir a un lugar
tranquilo, silencioso y tan oscuro que pueda contemplarse sin problemas la
vasta extensión del firmamento hasta donde mis ojos alcancen a ver. Se
lo he dicho a Harper muchas veces, pero sé que está bastante liado con los
problemas que enfrenta el país. De hecho me sorprende que tenga tiempo de
controlarme cuando estamos al borde de una guerra… -sacudo la cabeza,
incrédula. ¿Cuántas horas tiene el día de Harper en realidad?- Como sea,
ahora que me has malinfluenciado estoy segura de que hallaré la ocasión de
cumplirlo.
-¿Malinfluenciarte? –repite, socarrón. Sube su mano de mi
vientre a mi pecho izquierdo y comienza a moldearlo, apretarlo, masajearlo. La
sangre vuelve a correr por mi sistema como enloquecida.
-Sí. Antes de conocerte jamás se me hubiera ocurrido
desafiar y desobedecer una orden de Harper tan deliberada y descaradamente.
Puede que se llame valor o rebeldía, pero sea como sea es culpa tuya.
Sus ojos verdes viajan por mi rostro lentamente antes de
asentarse en los míos. La profundidad del color de los iris es tan sorprendente,
llamativa y hechizante que por un segundo contengo la respiración, expectante,
esperando su siguiente movimiento. Aún no soy capaz de racionalizar del todo el
hecho de estar desnuda, acostada junto a Lyem también desnudo, manteniendo una
charla tranquila.
-Ya veo tu plan –se agacha y me muerde suavemente la punta
de la nariz; cuando se separa, estoy riendo.
-¿Cuál plan? –pregunto con una sonrisa boba.
-Si llegas a convetirte en un verdadero dolor de cabeza
para el general, siempre podrás echarme la culpa, y que sea mi cabeza la que
ruede. –Se mueve lentamente hasta estar encima de mí. La manta le cubre medio
cuerpo, pero a él no parece incomodarle-. Eres astuta, pequeña, no puedo decirte cuánto.
-Estás demente, jamás haría algo así –levanto la cabeza y
le beso suavemente en los labios.
-¿Sabes una cosa? Yo podría llevarte un día a una magnífica
colina no muy lejos de aquí desde donde la vista es sencillamente inigualable –dice
en voz baja.
Parpadeo sorprendida.
-¿De veras? ¿Pero qué pasa si alguien se da cuenta que
faltamos? Dijiste que no tendrías problemas por estar conmigo, ¿lo olvidaste? –Pero dentro de mí crece una
especie de excitación eufórica al pensar en la posibilidad de tumbarme a campo
abierto entre los brazos de Lyem para admirar las estrellas.
Suena decididamente agradable, y me encantaría.
-No importa. Si vas a ir prefiero que sea conmigo –murmura contra mi mandíbula, y
me da la impresión de que a esa oración le falta la mitad, la que él no quiere
pronunciar en voz alta-. Te iré a buscar un día e iremos allá.
-Muchas gracias.
-No hay por qué. Si supieras lo que tengo en mente no me
lo agradecerías –se eleva sobre sus codos y me lanza una sonrisa maliciosa. No
puedo evitar ruborizarme mientras los músculos del vientre comienzan a tirarme
de nuevo. Siento la erección de Lyem contra mi ingle; él también se prepara rápido-.
¿Segunda ronda?
Menea las caderas suavemente para provocarme. Y realmente
no tarda en conseguirlo.
Atrapa mi boca en la suya, su lengua moviéndose,
enredándose y devorando la mía mientras sus dientes muerden suavemente mis
labios. No tarda en acelerárseme la respiración y, de hecho, el corazón. La
sangre corre como enloquecida por todo mi cuerpo, calentándome la piel,
sensibilizándola e incrementando el rubor en mis mejillas. Lyem desliza una
mano entre nuestros cuerpos, dos de sus dedos se entrometen entre los pliegues
de mi sexo hasta encontrar el punto sensible.
-Vaya, ya me estabas esperando.
Su sonrisa de suficiencia es deslumbrante y pícara. Me hace
ruborizar más. Lentamente acaricia mi sexo, lo recorre arriba y abajo haciendo
que me retuerza aún con su macizo cuerpo encima, y cuando menos me lo espero
introduce uno y después el otro dedo, moviéndolos en mi interior, arrancándome
gemidos.
-Se está tan bien aquí dentro…. –murmura contra mi oreja,
lamiendo el lóbulo con la punta de su lengua- Puedo dar fe de ello.
Me retuerzo y gimo. Intento levantar las caderas para
seguir el ritmo de sus movimientos. Me aferro a su cabello y nuca, separo las
piernas y las coloco flexionadas a cada lado de su cuerpo para permitirle mejor
acceso a mí. Él sonríe.
-Creo que esto te gusta tanto como a mí –murmura.
-Me gusta porque es contigo.
Y entonces la imagen de los brillantes y dulces ojos de
Christopher se me viene a la mente para recordarme que eso es cierto sólo por
un detalle: es el único con el que lo he hecho. Me sacudo el pensamiento y me
permito disfrutar del momento, de Lyem y su respiración cada vez más errática,
de sus manos toqueteando cada rincón de mi cuerpo, de su piel frotándose levemente
contra la mía, de su erección intentando apuñalar una de mis piernas… Cielos,
¿de veras lo vamos a hacer otra vez?
-¡¿Qué diablos estás haciendo?!
La puerta se cierra con un fuerte golpe y Lyem y yo nos
quedamos de piedra. Sus atenciones se han detenido, dejándome algo frustrada,
pero el pánico que siento mezclado con cierta pizca de alivio que sé que no me
va a durar mucho me paraliza. Miro a
Lyem con los ojos abiertos de par en par, aterrorizada, pero él no parece ni
remotamente tan alterado como yo. De hecho, sus ojos han recuperado ese brillo
frío y distante con el que algunas veces me contempla, cuando se dispone a
atacarme con el filo de sus palabras. Se levanta de encima de mí sólo lo suficiente como para
mirar hacia atrás, a nuestro visitante; su cuerpo sigue sobre el mío para
protegerme de la mirada del intruso. Yo justo ahora quiero que de la tierra se
abra una enorme grieta y me trague con todo y manta.
-¿Acaso tu madre no te enseñó a tocar la puerta antes de entrar? -Le increpa Lyem con deliberada calma, casi indiferencia.
-Esta también es mi habitación, y no puedo creer que seas tan canalla como para hacer algo así. ¡Es la protegida del general, la chica con la que nos prohibieron mantener trato alguno! ¡Y tú te la estás follando!
-Eso no es asunto tuyo, Stuart.
Stuart suena tan sorprendido y descolocado que me da la impresión de que esta conversación no va a acabar pronto, y no puedo evitar maldecir mi suerte en voz baja. ¿Es mucho pedir el haber podido irnos sin ser descubiertos, y así, precisamente?
-¡Claro que lo es! -ruge de vuelta- Si los descubren, también van a echarme la culpa por cómplice, por haberlo sabido y no hablar.
-Hazte el que no sabe nada -Lyem se encoge de hombros- Fíngete el idiota, eso se te da bastante bien.
-Así que ahora el idiota soy yo. Te revuelcas con medio pueblo, te metes entre las piernas de la protegida de un importante general del ejército que va a tener las bolas de todos nosotros en una bandeja si se llega a enterar de esto, y para empeorar, la chica ¡sólo tiene quince años! ¿Acaso no te basta con todas tus amiguitas? ¿Qué pasó con la de anoche, la tal... Leane?
Repentinamente un fuego venenoso y ácido se me desliza por la garganta, los intestinos y avanza hasta enroscarse alrededor de mi corazón como si fuera una boa constrictora enojada, agresiva y celosa. Así que la noche anterior Lyem se enrolló con otra, ¿eh? Él se molesta conmigo porque dejo que Christopher me toque y me bese, pero yo debo alegrarme de que pase de sexo en sexo hasta que encuentra una oportunidad conmigo, ¿no? Ahora sí estoy jodidamente enfadada.
-Eso no es tu maldito problema -masculla Lyem, y puedo sentir la baja resonancia de un gruñido pasando de su pecho al mío, avivando mi ira-. Sal de aquí.
-¿Quién será la siguiente, Lyem? ¿Una de catorce, o de trece? Supongo que su juventud tiene un límite ya que su cuerpo debe estar lo suficientemente desarrollado como para satisfacerte, ¿no? -El veneno expulsado de cada una de sus palabras me da a entender, un poco sorprendida, que este es un asunto casi personal para Stuart, y me parece que poco tiene en realidad que ver conmigo- Y a ésta, ¿la engatusaste, la obligaste o la drogaste?
-Stuart, cállate.
-Porque si mal no recuerdo, a mi pobre hermana Sabrine la violaste -sisea.
El cuerpo de Lyem tiembla perceptiblemente a causa del enfado. Por un momento me olvido del mío y presto atención a cada palabra, cada recriminación, mientras trato de descifrar el enigma que para mi constituye Lyem. ¿De verdad es tan terrible como Stuart lo acusa? En un momento dado se pone en pie con tanta rapidez y agresividad que ni Stuart ni yo alcanzamos a procesar nada antes de escuchar el fuerte golpe directo en la mejilla. El muchacho cae casi de bruces al suelo mientras Lyem, enojado como el infierno, desnudo y lívido, lo observa con los puños fuertemente apretados a cada lado del cuerpo. Incluso yo que yazco en la cama a su espalda, puedo sentir la ira fluyendo de él peligrosamente.
-Tú no eres ningún santo, Stuart. ¿O es que ya olvidaste a esa joven novia a la que embarazaste, desgraciaste y desconociste como madre de un supuesto hijo tuyo? Eres tan hijo de puta como yo, y eso que no saco a relucir el peor de tus crímenes -escupe con desprecio-. Además, por la cantidad de dinero que encontré guardada en la lata bajo tu colchón, me parece que alguien volvió al servicio de prostitutos, ¿o me equivoco?
Stuart, con la mandíbula amoratada y el labio sangrante, palidece al oírlo.
-¿Has estado husmeando mis cosas?
-Correcto. Uno siempre debe tener información para cuando se la necesite, así que ten cuidado conmigo.
La cabeza me da vueltas y mi estómago ha cogido la diversión de imitarle. Siento ganas de vomitar, mi cuerpo tiembla y se sacude con fuertes escalofríos, la boca la tengo seca y realmente no quiero acabar de creer nada de lo que está pasando. Tantas trampas, tantos actos despreciables, tanto abuso, tanto engaño... La garganta se me cierra y me parece que de un momento a otro me voy a asfixiar. ¿Con qué clase de monstruos me he venido a tropezar? Me parece que Christopher tenía razón respecto a Lyem, debí haberle hecho caso y alejarme.
En un breve lapso de lucidez donde mi cabeza está despejada de todo pensamiento que no implique acciones mecánicas como moverme, salgo de la cama envuelta en la manta, cojo mi ropa del suelo tan rápido como puedo y me escabullo de la habitación para encerrarme en otra. Me recuesto de la puerta, Lyem no ha venido tras de mí, y creo que hasta lo agradezco. Me alisto con premura alejando de mi mente todo intento de analizar y razonar cada acusación escuchada y cómo me siento ante ellas. Cuando he terminado, bajo rápida y silenciosamente los escalones hacia el piso inferior y salgo de la casita esperando dejar el revoltijo de estómago en la habitación.
Mientras doy un paso detrás del por la enorme extensión de pastos verdes y flores silvestres, me parece estar atrapada entre la consciencia y el sopor; mi cuerpo se mueve por sí solo, mis piernas saben instintivamente adónde llevarme, y yo las dejo. Abandono, violaciones, embarazos... Dios, es terrible. No puedo conciliar nada de esto, no quiero creer que confié y me entregué a un hombre tan... despiadado, frío y cruel. Un hijo de puta, se llamó Lyem a sí mismo. A ambos.
No quiero pensar, no puedo pensar. Jamás creí que estar encerrada en mi habitación pudiese antojárseme una opción tan atractiva. Quizá, al final, Harper sabía que las personas son despreciables y falsas; quizá al final siempre estuvo en lo correcto... Aunque Christopher no es así, y quizá sea el único.
-¡Lucero!
Mis piernas se vuelven de inflexible piedra cuando le escucho. No me atrevo a echar un vistazo por encima del hombro. No me hace falta. El pánico me barre por dentro; ¿qué hago? ¿Me quedo? ¿Lo espero? ¿Quiero escucharle? ¿Quiero hablar con él? En realidad, lo que quiero justo ahora es estar sola y lo más lejos posible de Lyem. Así que echo a correr.
Corro como si me estuviesen persiguiendo y mi vida dependiera de que cada paso estuviera impreso con una velocidad cada vez superior a la del anterior, como haría una niñita buscando refugio del feo mundo real en los brazos consoladores de su madre. El problema es que yo nunca conocí a una madre ni tuve una figura a la que pudiera considerar como tal, y Harper, pese a que siempre ha sido como mi guardián, jamás representó el rol de padre para mí.
-¡Joder, Lucero! ¡Detente! ¡Escúchame! -La insistente voz de Lyem se escucha cada vez más cerca y jadeante. Él es bastante más alto que yo así que podrá alcanzarme fácilmente si no encuentro una forma de aprovecharme de la distancia que nos separa para llegar a terreno neutral donde ya no pueda molestarme ni acosarme. ¿Acaso no se da cuenta que para mi mente socialmente incapaz esto ha sido demasiado? ¿No se da cuenta que ha puesto para mí las cosas en perspectiva? Porque si fue capaz de violar a la hermana de Stuart, de su compañero y sospecho que amigo en cierto sentido, ¿qué no será capaz de hacerme a mí? Además, están las otras, las que por momentos aumentan de decenas a centenas en mi cabeza...
¡Basta, no he de pensar en ello! Sin embargo no puedo evitar la sensación de que he sido utilizada, manipulada y engañada por un hombre al que le deposité mi confianza, mi simpatía y las ganas de convertirlo en mi primer amigo cuando es probable que para él yo sólo fuera otro par de piernas entre las cuales arrodillarse. No creo que nunca hubiera podido imaginar que acabaría sintiéndome tan herida; justo ahora podría echarme en el pasto y llorar hasta quedar seca, pero no quiero que Lyem me alcance.
Diviso la casa no tan lejos de mí. Recorto camino atravesando el prado que la rodea y antes de poder frenar, choco de lleno contra una espalda. Ambos nos precipitamos al suelo y yo creo que me he roto algo.
-¿Lucero?
Alzo la cabeza, paralizada por esa voz.
-¡Christopher! -murmuro en voz baja, impresionada. Tenerlo frente a mí con su parte tranquilo y franco, sus ojos azules intensos, dulces, sinceros, y su piel suave y tibia en contacto con la mía cuando me coge los brazos para ayudarme a levantar es un cambio bienvenido.
Suspiro. Gracias a Dios está aquí.
-¿Estás bien? -me pregunta repasando mi cara y mi cuerpo con los ojos en busca de daño.
No sé qué responder. Sé que habla de golpes y magulladuras, pero incluso mi atribulado corazón hace que me duela físicamente el cuerpo y me sienta abatida.
-¡Ery! -Lyem llega con nosotros.
Doy un respingo y me cojo a la mano de Christopher sin querer darme vuelta.
Escucho cuando sus pasos apresurados se detienen a escasos metros de nosotros, y por como intenta acompasar la respiración puedo decir que Christopher y él ya han fijado miradas.
-Lucero, quiero hablar contigo -me pide.
No respondo.
-Por favor, dame la oportunidad de defenderme -insiste.
Cierro los ojos con fuerza y contengo la respiración.
-¿Defenderte? -repite Christopher- ¿Por qué habrías de hacer eso? ¿Qué le hiciste? -espeta.
-Eso no es de tu maldita incumbencia -replica, y esa sola respuesta me hace revivir el despliegue de veneno del que fui testigo hace poco.
-Claro que lo es. Te conozco, conozco tu reputación y lo misógino que puedes ser.
Escucho su rechinar de dientes, pero no hay replique.
-Me lo debes, Lucero -dice Lyem hacia mí. Avanza un paso y yo, presa del momento, me alejo de él y me acerco más a Christopher, que rodea mi cintura con sus brazos y me estrecha contra sí.
-No le debes nada -murmura en mi oído.
-¡CÁLLATE! ¡ESTO ES ENTRE ELLA Y YO, NO TE METAS! -Grita y me estremezco.
-¡Puedes dar por seguro que SÍ ME VOY A METER ya que no pienso permitir que le hagas a Lucero lo mismo que a Sabrine! -responde Christopher en el mismo tono.
¡Oh, no! Él también sabe de Sabrine, es decir que no es embuste de Stuart. Dios, ¿en qué me he metido?
-¡Eso no fue mi culpa y tú lo sabes!
-¡Lo único que sé es que eres un maldito maníaco, y a Lucero no la vas a arrastrar a tu oscuridad!
Percibo cuando ambos dan un paso al frente en actitud hostil. Me asusto; he visto lo fieros y atemorizantes que pueden ser dos hombres cuando se enganchan en una pelea cuerpo a cuerpo, y realmente no quiero que el alboroto alerte a Harper, si es que mi prolongada ausencia no lo hizo ya.
-Vámonos, Christopher, por favor -miro hacia a él con una súplica silenciosa en mi mirada. Puedo ver en sus preciosos ojos azules un conflicto interno entre quedarse y pelear o marcharse conmigo.
Al final, toma la decisión que quería.
-Mantente alejado de ella o responderás ante mí -masculla a Lyem que, enojado y con la mandíbula tensa, observa cómo Christopher me toma de la mano y me lleva por lo que queda de prado hasta el establo de la casa. No hace ademán de seguirnos y por ahora suspiro aliviada.
-¿Acaso tu madre no te enseñó a tocar la puerta antes de entrar? -Le increpa Lyem con deliberada calma, casi indiferencia.
-Esta también es mi habitación, y no puedo creer que seas tan canalla como para hacer algo así. ¡Es la protegida del general, la chica con la que nos prohibieron mantener trato alguno! ¡Y tú te la estás follando!
-Eso no es asunto tuyo, Stuart.
Stuart suena tan sorprendido y descolocado que me da la impresión de que esta conversación no va a acabar pronto, y no puedo evitar maldecir mi suerte en voz baja. ¿Es mucho pedir el haber podido irnos sin ser descubiertos, y así, precisamente?
-¡Claro que lo es! -ruge de vuelta- Si los descubren, también van a echarme la culpa por cómplice, por haberlo sabido y no hablar.
-Hazte el que no sabe nada -Lyem se encoge de hombros- Fíngete el idiota, eso se te da bastante bien.
-Así que ahora el idiota soy yo. Te revuelcas con medio pueblo, te metes entre las piernas de la protegida de un importante general del ejército que va a tener las bolas de todos nosotros en una bandeja si se llega a enterar de esto, y para empeorar, la chica ¡sólo tiene quince años! ¿Acaso no te basta con todas tus amiguitas? ¿Qué pasó con la de anoche, la tal... Leane?
Repentinamente un fuego venenoso y ácido se me desliza por la garganta, los intestinos y avanza hasta enroscarse alrededor de mi corazón como si fuera una boa constrictora enojada, agresiva y celosa. Así que la noche anterior Lyem se enrolló con otra, ¿eh? Él se molesta conmigo porque dejo que Christopher me toque y me bese, pero yo debo alegrarme de que pase de sexo en sexo hasta que encuentra una oportunidad conmigo, ¿no? Ahora sí estoy jodidamente enfadada.
-Eso no es tu maldito problema -masculla Lyem, y puedo sentir la baja resonancia de un gruñido pasando de su pecho al mío, avivando mi ira-. Sal de aquí.
-¿Quién será la siguiente, Lyem? ¿Una de catorce, o de trece? Supongo que su juventud tiene un límite ya que su cuerpo debe estar lo suficientemente desarrollado como para satisfacerte, ¿no? -El veneno expulsado de cada una de sus palabras me da a entender, un poco sorprendida, que este es un asunto casi personal para Stuart, y me parece que poco tiene en realidad que ver conmigo- Y a ésta, ¿la engatusaste, la obligaste o la drogaste?
-Stuart, cállate.
-Porque si mal no recuerdo, a mi pobre hermana Sabrine la violaste -sisea.
El cuerpo de Lyem tiembla perceptiblemente a causa del enfado. Por un momento me olvido del mío y presto atención a cada palabra, cada recriminación, mientras trato de descifrar el enigma que para mi constituye Lyem. ¿De verdad es tan terrible como Stuart lo acusa? En un momento dado se pone en pie con tanta rapidez y agresividad que ni Stuart ni yo alcanzamos a procesar nada antes de escuchar el fuerte golpe directo en la mejilla. El muchacho cae casi de bruces al suelo mientras Lyem, enojado como el infierno, desnudo y lívido, lo observa con los puños fuertemente apretados a cada lado del cuerpo. Incluso yo que yazco en la cama a su espalda, puedo sentir la ira fluyendo de él peligrosamente.
-Tú no eres ningún santo, Stuart. ¿O es que ya olvidaste a esa joven novia a la que embarazaste, desgraciaste y desconociste como madre de un supuesto hijo tuyo? Eres tan hijo de puta como yo, y eso que no saco a relucir el peor de tus crímenes -escupe con desprecio-. Además, por la cantidad de dinero que encontré guardada en la lata bajo tu colchón, me parece que alguien volvió al servicio de prostitutos, ¿o me equivoco?
Stuart, con la mandíbula amoratada y el labio sangrante, palidece al oírlo.
-¿Has estado husmeando mis cosas?
-Correcto. Uno siempre debe tener información para cuando se la necesite, así que ten cuidado conmigo.
La cabeza me da vueltas y mi estómago ha cogido la diversión de imitarle. Siento ganas de vomitar, mi cuerpo tiembla y se sacude con fuertes escalofríos, la boca la tengo seca y realmente no quiero acabar de creer nada de lo que está pasando. Tantas trampas, tantos actos despreciables, tanto abuso, tanto engaño... La garganta se me cierra y me parece que de un momento a otro me voy a asfixiar. ¿Con qué clase de monstruos me he venido a tropezar? Me parece que Christopher tenía razón respecto a Lyem, debí haberle hecho caso y alejarme.
En un breve lapso de lucidez donde mi cabeza está despejada de todo pensamiento que no implique acciones mecánicas como moverme, salgo de la cama envuelta en la manta, cojo mi ropa del suelo tan rápido como puedo y me escabullo de la habitación para encerrarme en otra. Me recuesto de la puerta, Lyem no ha venido tras de mí, y creo que hasta lo agradezco. Me alisto con premura alejando de mi mente todo intento de analizar y razonar cada acusación escuchada y cómo me siento ante ellas. Cuando he terminado, bajo rápida y silenciosamente los escalones hacia el piso inferior y salgo de la casita esperando dejar el revoltijo de estómago en la habitación.
Mientras doy un paso detrás del por la enorme extensión de pastos verdes y flores silvestres, me parece estar atrapada entre la consciencia y el sopor; mi cuerpo se mueve por sí solo, mis piernas saben instintivamente adónde llevarme, y yo las dejo. Abandono, violaciones, embarazos... Dios, es terrible. No puedo conciliar nada de esto, no quiero creer que confié y me entregué a un hombre tan... despiadado, frío y cruel. Un hijo de puta, se llamó Lyem a sí mismo. A ambos.
No quiero pensar, no puedo pensar. Jamás creí que estar encerrada en mi habitación pudiese antojárseme una opción tan atractiva. Quizá, al final, Harper sabía que las personas son despreciables y falsas; quizá al final siempre estuvo en lo correcto... Aunque Christopher no es así, y quizá sea el único.
-¡Lucero!
Mis piernas se vuelven de inflexible piedra cuando le escucho. No me atrevo a echar un vistazo por encima del hombro. No me hace falta. El pánico me barre por dentro; ¿qué hago? ¿Me quedo? ¿Lo espero? ¿Quiero escucharle? ¿Quiero hablar con él? En realidad, lo que quiero justo ahora es estar sola y lo más lejos posible de Lyem. Así que echo a correr.
Corro como si me estuviesen persiguiendo y mi vida dependiera de que cada paso estuviera impreso con una velocidad cada vez superior a la del anterior, como haría una niñita buscando refugio del feo mundo real en los brazos consoladores de su madre. El problema es que yo nunca conocí a una madre ni tuve una figura a la que pudiera considerar como tal, y Harper, pese a que siempre ha sido como mi guardián, jamás representó el rol de padre para mí.
-¡Joder, Lucero! ¡Detente! ¡Escúchame! -La insistente voz de Lyem se escucha cada vez más cerca y jadeante. Él es bastante más alto que yo así que podrá alcanzarme fácilmente si no encuentro una forma de aprovecharme de la distancia que nos separa para llegar a terreno neutral donde ya no pueda molestarme ni acosarme. ¿Acaso no se da cuenta que para mi mente socialmente incapaz esto ha sido demasiado? ¿No se da cuenta que ha puesto para mí las cosas en perspectiva? Porque si fue capaz de violar a la hermana de Stuart, de su compañero y sospecho que amigo en cierto sentido, ¿qué no será capaz de hacerme a mí? Además, están las otras, las que por momentos aumentan de decenas a centenas en mi cabeza...
¡Basta, no he de pensar en ello! Sin embargo no puedo evitar la sensación de que he sido utilizada, manipulada y engañada por un hombre al que le deposité mi confianza, mi simpatía y las ganas de convertirlo en mi primer amigo cuando es probable que para él yo sólo fuera otro par de piernas entre las cuales arrodillarse. No creo que nunca hubiera podido imaginar que acabaría sintiéndome tan herida; justo ahora podría echarme en el pasto y llorar hasta quedar seca, pero no quiero que Lyem me alcance.
Diviso la casa no tan lejos de mí. Recorto camino atravesando el prado que la rodea y antes de poder frenar, choco de lleno contra una espalda. Ambos nos precipitamos al suelo y yo creo que me he roto algo.
-¿Lucero?
Alzo la cabeza, paralizada por esa voz.
-¡Christopher! -murmuro en voz baja, impresionada. Tenerlo frente a mí con su parte tranquilo y franco, sus ojos azules intensos, dulces, sinceros, y su piel suave y tibia en contacto con la mía cuando me coge los brazos para ayudarme a levantar es un cambio bienvenido.
Suspiro. Gracias a Dios está aquí.
-¿Estás bien? -me pregunta repasando mi cara y mi cuerpo con los ojos en busca de daño.
No sé qué responder. Sé que habla de golpes y magulladuras, pero incluso mi atribulado corazón hace que me duela físicamente el cuerpo y me sienta abatida.
-¡Ery! -Lyem llega con nosotros.
Doy un respingo y me cojo a la mano de Christopher sin querer darme vuelta.
Escucho cuando sus pasos apresurados se detienen a escasos metros de nosotros, y por como intenta acompasar la respiración puedo decir que Christopher y él ya han fijado miradas.
-Lucero, quiero hablar contigo -me pide.
No respondo.
-Por favor, dame la oportunidad de defenderme -insiste.
Cierro los ojos con fuerza y contengo la respiración.
-¿Defenderte? -repite Christopher- ¿Por qué habrías de hacer eso? ¿Qué le hiciste? -espeta.
-Eso no es de tu maldita incumbencia -replica, y esa sola respuesta me hace revivir el despliegue de veneno del que fui testigo hace poco.
-Claro que lo es. Te conozco, conozco tu reputación y lo misógino que puedes ser.
Escucho su rechinar de dientes, pero no hay replique.
-Me lo debes, Lucero -dice Lyem hacia mí. Avanza un paso y yo, presa del momento, me alejo de él y me acerco más a Christopher, que rodea mi cintura con sus brazos y me estrecha contra sí.
-No le debes nada -murmura en mi oído.
-¡CÁLLATE! ¡ESTO ES ENTRE ELLA Y YO, NO TE METAS! -Grita y me estremezco.
-¡Puedes dar por seguro que SÍ ME VOY A METER ya que no pienso permitir que le hagas a Lucero lo mismo que a Sabrine! -responde Christopher en el mismo tono.
¡Oh, no! Él también sabe de Sabrine, es decir que no es embuste de Stuart. Dios, ¿en qué me he metido?
-¡Eso no fue mi culpa y tú lo sabes!
-¡Lo único que sé es que eres un maldito maníaco, y a Lucero no la vas a arrastrar a tu oscuridad!
Percibo cuando ambos dan un paso al frente en actitud hostil. Me asusto; he visto lo fieros y atemorizantes que pueden ser dos hombres cuando se enganchan en una pelea cuerpo a cuerpo, y realmente no quiero que el alboroto alerte a Harper, si es que mi prolongada ausencia no lo hizo ya.
-Vámonos, Christopher, por favor -miro hacia a él con una súplica silenciosa en mi mirada. Puedo ver en sus preciosos ojos azules un conflicto interno entre quedarse y pelear o marcharse conmigo.
Al final, toma la decisión que quería.
-Mantente alejado de ella o responderás ante mí -masculla a Lyem que, enojado y con la mandíbula tensa, observa cómo Christopher me toma de la mano y me lleva por lo que queda de prado hasta el establo de la casa. No hace ademán de seguirnos y por ahora suspiro aliviada.