domingo, 5 de mayo de 2013

Supernova 14

Capítulo 14


Un rato después de la primera impresión por lo que se diría "un fenómeno más allá de lo raro", Lyem desapareció unos minutos -que a mí me parecieron horas-, y al regresar a la cueva llevaba un trozo de tela empapado en las manos. Yo no me había movido de mi posición casi fetal sentada en el suelo, y no hice ademán de mirarlo cuando se arrodilló ante mí, ya vestido, y me lavó suavemente la sangre seca que tenía en la cara interna de los muslos y alrededor de todo el sexo. El contacto me escoció un poco, pero no me moví. Luego me ayudó a vestir y acolchonó lo más posible la silla de montar para que no me incomodara tanto el camino de regreso sobre el equino negro.

     No hablamos en el trayecto ni al llegar al establo. Lyem me ayudó a bajar, guardó al caballo y luego me acompañó al muro de mi ventana para asegurarse que regresaba sin inconvenientes.

     -¿Qué harás con la manta manchada? -Recuerdo haberle preguntado apenas sin ser consciente. No le miré en ningún momento, y él no pareció disgustado por ello. Es más, puede incluso que le estuviese ahorrando el penoso escenario de tener que contemplar mi anormalidad.

     Hundí más los hombros.

     -No te preocupes por eso, yo me encargo.

     Asentí para demostrarle que le había escuchado, y cabizbaja di la vuelta y comencé a escalar por la rejilla hasta mi ventana. Las almohadas que simulaban ser yo no se habían movido, de modo que Harper no había entrado. Cuando me asomé hacia abajo por la ventana, Lyem ya se había ido.

     Sin despedirse. Sin decirme nada.

     Ahora, acostada en mi blanca cama, mirando el blanco techo, no puedo evitar sentir una incomodidad en el vientre, y sinceramente no sé si se debe al hecho de ya no ser virgen o a algo más... Algo probablemente ligado a que Lyem no quiso ni mirarme luego de descubrir que mis ojos habían cambiado de color, no me había tocado ni cuando me ayudó a vestir; estaba distante y hasta pudiera decir cauteloso, y eso me dolía.  Al regresar a la habitación lo primero que hice fue encender una vela y acercarme al espejo para mirarme; basta decir que casi provoco un incendio cuando me asusté y dejé caer la vela, pero gracias a Dios nada grave ocurrió, aunque la cera caliente dejó una marca en la madera. Es impresionante y algo atemorizante, eso lo entiendo, pero no es mi culpa, ¡soy yo la que está sufriendo este extraño fenómeno!, y él... Es como si esto fuera contagioso y peligroso, y temo que... que todo termine aquí después de lo que pasó.

     Sí, no lo escondo. Me gustó follar con él. Tuvo razón al decir que el dolor valdría la pena, porque verdaderamente la valió. En todo el proceso, desde el instante en que nos desvestí a ambos, sentí una conexión con él, algo más allá de la acción misma; ¿acaso fui la única? ¿A eso se refería Lyem con que las vírgenes son un desastre, a que yo disfruté su compañía y que fuera él el primero, llevándolo todo quizá a más de lo que en realidad fue?

     Quizá soy desechable, pienso desanimada para mí, quizá él verdaderamente nunca tuvo ganas de ahondar nada conmigo, y yo sólo me dejé llevar por mi estupidez infantil. Después de todo, en todas las novelas románticas que he leído siempre hay un personaje entrañable y astuto que termina siendo el villano, pero uno no lo descubre sino hasta bien entrado el relato. ¿Es entonces Lyem el villano de la historia? ¿O es sencillamente un hombre normal y la tonta ilusa soy yo?

     Suspiro con desánimo y me vuelvo a la ventana, por donde unos rayos de sol ya comienzan a entrar e iluminar mi recámara. Pronto se despertará la casa en pleno, pronto voy a tener que enfrentarme a la inquisisión Harper, pronto descubriré si este fenómeno con mis iris es resultado de la pérdida de mi virtud y, en caso afirmativo, cuál será mi castigo por desobedecer más allá de los límites impuestos. Me remuevo un poco y siento la tela de mis bragas entre mis piernas, lo que me hace encoger más el corazón. Lyem dijo que quería seguir coleccionándolas, pero ésta me la ha dejado.

     Estoy casi cien por ciento segura de lo que significa, que él y yo ya no existimos como un "nosotros".


Poco a poco la casa se pone en movimiento al otro lado de mi puerta. Progresivamente las órdenes verbales, el sonidos de cientos de pasos, los ritos para preparar la mesa del desayuno van ascendiendo como en un crescendo para que a nadie le quepa duda de que es hora de levantarse. Yo, sin embargo, permanezco donde estoy y sólo espero a que Harper acabe de venir para poder acabar con esto.

     El sol sigue desplazándose en el cielo, y las sombras que sus rayos crean en el mobiliario de mi habitación hacen lo mismo, pero en dirección opuesta. Venga, me extraña demasiado que nadie se haya acercado a ver cómo estoy, o tan siquiera si sigo aquí. ¿Qué le ha pasado a Harper? ¿Por qué no ha venido? ¿Debió salir temprano? ¡Fantástico! Justo cuando más lo necesito es justo cuando decide dejarme.

     La puerta se abre lentamente y yo giro la cabeza para ver a mi visitante. Es Christopher.

     Me siento de un brinco y lo miro, sorprendida. Él se vuelve a la puerta para cerrarla con cuidado, y mientras lo hace me dice, con una bonita sonrisa en sus atractivos labios:

     -Buenos días, preciosa. Perdona que me meta así, pero quería aprovechar que Lucía está demasiado ocupada como para fijarse dónde me meto y dónde no. Quería ver por qué no habías bajado a desayunar, si estabas enferma o algo, además de aprovechar para disculparme contigo por la pelea que tuviste que presenciar cuando ella nos atrapó; mi vocabulario generalmente no es tan indecente y menos ante una... -se detiene en seco al darse la vuelta y fijar sus ojos en los míos. Está atónito.

     Avanza dos pequeños pasos a mi cama y se detiene, incapaz de moverse más. Se lleva una mano a la boca y sus ojos parecen querer saltarle de las cuencas. No me muevo, sólo puedo admirar la grata belleza de tan imponente hombre para tratar de obviar el hecho de que debe estar aterrorizado por lo que ve, por mi rareza, de modo que mis sentimientos no sufran tanto como lo hicieron con Lyem.

     Si tan sólo Christopher se acercara a abrazarme... a confortarme...

     La puerta se abre nuevamente, algo más fuerte que antes, y una enojada..., no, una furibunda Lucía entra en mi habitación, asesinando a Christopher con la mirada. Lo coge de un brazo y le grita:

     -¡Qué haces tú aquí! ¡Creí haberte prohibido que volvieras a esta habitación, especialmente con Lucero dentro y sola! -Él no le presta atención, continúa viéndome a mí- ¿Qué tanto miras? -Ella sigue la línea de visión de Christopher hasta toparse conmigo, y luego de una revisión general rápida de mis ropas y mis cabellos, suelta un jadeo amortiguado y se lleva una mano a la boca- ¡Por amor de Dios, ¿qué te ha pasado, Lucero?!

     Listo, eso es todo. El poco autocontrol que me impidió desesperarme durante la noche, temiendo esto, acaba de colapsar y yo todo lo que puedo hacer es dar rienda suelta a mi pánico. Pánico por lo que me está pasando, pánico por la distancia de Lyem, pánico por no saber cómo reaccionará Harper, pánico por ignorar lo que esto significa.

     -¡Ya sé que parezco un fenómeno, pero no es agradable que me miren así! -Grito con fuerza y me echo a llorar desconsoladamente, sintiendo cómo un torrente de lágrimas me deslizan por las mejillas y se precipitan por mi barbilla.

     -No, Lucero, no eres ningún fenómeno -me canturrea suavemente la masculina voz de Christopher al oído, mientras él toma asiento a mi lado y de un solo y hábil movimiento me sube a su regazo, instándome a esconder la cabeza en su pecho-. Es sólo que... estamos impresionados. ¿Cuándo notaste el cambio?

     Niego con la cabeza. No puedo contarles exactamente quién se dio cuenta del cambio... y cómo. Me aferro con más fuerza al fuerte y suave cuello de Christopher y él en respuesta me estrecha más contra sí. Aquello me tranquiliza un poco. 

     Unos pasos se acercan apresurados hasta la habitación, y pronto escucho una voz femenina que dice:

     -Lucía, abajo hay un problema con las patatas, Joan quiere que bajes -y antes de que la impactada y mortalmente silenciosa Lucía le diga algo, vuelve a hablar-. Christopher, ¿por qué tienes la camisa manchada con tinta azul?

     Frunzo el ceño. Cuando lo vi su camisa era perfectamente blanca, pienso extrañada. Me aparto un poco, secándome las lágrimas con el dorso de la mano, y veo que es cierto: su camisa tiene gotas húmedas y rastros de un azul tenue que, sí, lo admito, puede pasar por tinta. Asustada, temiendo algún tipo de cataclismo sin precedentes, miro la mano con la que me he enjuagado el rostro y... allí está, la misma tinta húmeda. Levanto la cabeza, miro a Christopher, y su expresión me lo confirma todo. 

     Yo estoy llorando el extraño pigmento azul.

     Me echo a temblar.

     -¿Qué ocurre? ¿De dónde ha salido la tinta? -Insiste la mujer, que no me ha visto y por eso no se ha alarmado.

      Entonces Christopher me alza en brazos y se pone en pie de un brinco, mirando por sobre mi cabeza con  decisión y autoridad férrea. Ahora el parecido entre su padre y él sí es más notable, aunque Christopher sigue siendo prácticamente un hermoso ángel, a diferencia del señor Quish. Avanza unos pasos y mira a Lucía.

     -Lu, llama a papá y que se ponga en contacto con el general Harper, dile que vamos a llevar a Lucero al hospital del pueblo. Greta, tú llama al chofer y que tenga el auto listo para ya.

     Y dicho esto, sale al vuelo conmigo aún en sus brazos. Las dos mujeres lo siguen pasados unos segundos, hablando histéricamente, preguntándole qué pretende y tratando de disuadirlo de actuar con premura. Cuando alcanzamos el suelo del primer rellano, al pie de las escaleras, Christopher las mira por encima del hombro y con un siseo bajo que incluso a mí me pone los vellos de punta, dice:

     -No les estoy preguntando su opinión, le estoy ordenando lo que deben hacer. Ahora se callan la boca las dos y ponen manos a la obra, ya que no sabemos si hay tiempo que perder.

     Lucía es la primera en reaccionar, y nos pasa por el lado con la cabeza alta -claramente ofendida por el tono y las palabras de Christopher- hasta perderse de vista en el interior de un despacho. La ayudante de cocina, Greta, con largas trenzar rubias y piel rojiza, boquea unos segundos más antes de correr por la puerta como una gallinita gorda, sin duda a llamar al chofer. 

     Christopher entonces se vuelve y se interna en un cuarto cuya puerta permanece oculta tras las escaleras, de modo que uno tendría que saber que está allí para entrar. Aquello es una especie de estudio, enorme y bien equipado, decorado con colores tierra, muebles imponentes y robustos, e iluminación amarillenta; sin ventanas y con un gran armario al fondo, me pregunto si será del señor Quish. 

     Me deposita en el suelo con cuidado y se aleja unos pasos para observarme bien, hacer un recorrido completo de mi persona y no sólo del rostro. Me pregunto vagamente si por mi cara hay rastros azules, y al mirarme noto que las manchas en las manos ya no están. ¡Increíble! Él, por otro lado, aún tiene la camisa manchada, y se le nota la inquietud cuando en tres extensas zancadas llega al armario del otro lado del salón, coge un gran abrigo de piel de porte masculino y me lo coloca. Luego, sin mediar palabra, me toma de la mano, me saca del estudio y de la casa y me hace entrar en el coche.

     -Al hospital, Emerik. Rápido -le dice al chofer con la mandíbula tensa. El conductor asiente y acelera el coche a fondo. Christopher se reclina del asiento y me envuelve en sus brazos, me acaricia y besa para tranquilizarme, pese a que la tensión en él es tan notable como sus intensos y hermosos ojos azules.

     Intento mirar por la ventana y concentrarme en una descripción mental el paisaje. Pasamos hermosos árboles altos y enormes, alejadas casitas de colores extravagantes demasiado lejos unas de otras, animales pastando y niños jugando... Me gustaría formar parte del paisaje, en lugar de sólo contemplarlo, como he hecho toda mi vida. Por supuesto, estar aquí con Christopher ya es una notable mejora y una gran diferencia, aunque la situación en la que nos encontramos me hace ponerlo en duda.

     ¿Y si me estoy muriendo?

     -¿Tienes miedo? -Alzo la cabeza y lo miro, aprovechando su distracción para detallar la barba de un día que comienza a crecerle, las patillas suaves y hermosas, los labios llenos, blandos y tersos, la nariz recta y los pómulos prominentes. Él es bellísimo, muy hermoso. Jamás creí que yo pudiera llegar a apreciar de semejante manera el atractivo masculino, sobre todo porque el único modelo varón que conocía era Harper, y jamás sentí por él lo mismo que siento por Christopher cuando lo miro.

     Él baja la cabeza, sus ojos quizá demasiado brillantes para ayudar a tranquilizarme escrutan mi rostro, y luego sus labios besan mi frente, la punta de mi nariz y mis labios repetidas veces.

     -Claro que estoy asustado, Lucero. Temo que esto sea algo grave. No sé por qué, pero no podría soportar... -deja la frase en el aire y su mirada se pierde por sobre mi cabeza, a algo distante.

     -¿No podrías soportar qué? -Insto.

     -Tú estate tranquila -me dice luego de un rato de silencio y tras sacudir la cabeza para deshacerse de sus pensamientos, sean cuales fueran-. Yo estoy contigo y no hay fuerza en este universo que me pueda obligar a separarme de ti. Ni siquiera las conocidas como Lucía y Harper -esboza una media sonrisa y, aunque no creí que en mi estado de pre-pánico se pudiera, yo también sonrío.

     Me estiro, busco sus labios y le beso con calma y algo de angustia, olvidándome por completo que el conductor nos escucha y, probablemente, nos ve a través del espejo retrovisor. Nuestras lenguas se acarician y se consuelan la una a la otra, se persiguen como con miedo a separarse y nuestros labios parecieran fusionados, soldados entre sí. Christopher me muerde ligeramente el labio inferior y sin querer suelto un jadeo. Él sonríe contra mi boca, lame suavemente donde me ha agredido y luego se separa, apretándome contra su pecho.

     -Gracias -musito, conteniendo las lágrimas de terror.

4 comentarios:

  1. Hola guapa!, vengo a darte la bienvenida porque al fín hoy publiqué tu ficha de socia en el club, mira:

    http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2013/05/329-kattalihnan-evy-cross.html

    Saludos y buen Domingo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola! :) Acabo de verlo y me encanta!! Mil gracias por tu esfuerzo y por la oportunidad.

      Eliminar
  2. Hola!! Te conocí por intermedio del club de las escritoras. Escribes muy bien y me ha encantado lo que he leído.
    Si te interesa te dejo el link de mi blog.
    Un abrazo y bienvenida!!
    http://ellibroazuldeandrea.blogspot.com/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola :) Pues muchas gracias, me alegro que te haya gustado. Con mucho gusto me pasearé por tu blog, gracias por dejarme el link.

      Besos.

      Eliminar