miércoles, 13 de marzo de 2013

Supernova 10

Capítulo 10


Lucía contorsiona los músculos del rostro como si no supiera con exactitud qué emoción exteriorizar. La verdad es que ni siquiera sé qué siente por dentro, y me da algo de miedo intentar adivinarlo. Christopher se levanta de encima mío, se acomoda un poco la camisa blanca y se planta frente a Lucía; pese a que él es muchísimo más alto que ella, luce diminuto y algo sobrecogido. Lucía lo mira.

     -¡¿Qué estabas haciendo, por todos los cielos?! ¡Es una niña! -Lo regaña, escandalizada- ¿Sabes lo que haría el general Harper si se llegara a enterar de esto?

     -Probablemente me arrancaría las bolas -contesta él reticentemente.

     Otra vez ese comentario extraño de las bolas... ¿Será que es una expresión local?

     -¡Haría más que eso, y yo no lo detendría! -Lucía coloca los brazos en jarras- Eres un abusador, Christopher. Si hubieran llegado a hacerlo habría sido violación, según la ley.

     -¿Qué es legal en estos tiempos, Lu? -repone él encogiéndose de hombros y frunciendo el ceño como un niño malhumorado, observándola casi de modo desafiante desde su impresionante estatura. A mí ni me miran, Lucía sólo le monta la bronca a Christopher, y aunque en realidad fui yo quien comenzó a besarlo me alegra estar fuera del pleito.

     -¡Tienes veintitrés años, Christopher! ¡Ella tiene quince! ¡Tú eres perfectamente consciente de lo que haces... de lo que le ibas a hacer! Eres un sinvergüenza y debería avisar de esto al señor Quish.

    Christopher y yo reaccionamos a la amenaza dando un respingo. Los colores me huyen del rostro y repentinamente me siento, haciendo que Lucía me note quizá por primera vez desde que la reprimenda inició; Christopher, por otro lado, luce enojado y asustado, pero más que todo enojado. Yo no quiero ni imaginarme mi destino si Lucía cumpliera su amenaza de soplar nuestra situación.

     -Una vez me dijiste que mis relaciones sexuales no eran asunto tuyo, Lu. No te metas -masculla él de mala manera.

    -Eso es distinto. Si te metías con jovencitas de tu edad o mayores era asunto tuyo, pero ésta es una niña al cuidado de la cual estoy, y no pienso fallarle al general Harper sólo porque tienes las hormonas alborotadas. ¿Quieres acostarte con alguien?, entonces busca a tu prometida, que es con quien deberías hacer estas cosas.

     -No iba a cogérmela, sólo fueron unos besos inofensivos -se defiende.

   -¡No uses esos términos tan obscenos y ofensivos! Te he dicho que llames a las cosas por su correspondiente nombre; no le haces ninguna justicia a la excelente educación que se te ha dado a lo largo de los años -profundiza el ceño fruncido que le dedica a Christopher, mientras él intenta asesinarla con la mirada; los puños apretados le tiemblan a cada lado del cuerpo. Lucía suspira suavemente y menea la cabeza con reprobación-. Te estimo mucho, la verdad es que no quiero que tu padre te eche tan pronto ni que su amistad con el general Harper decaiga por tu insensatez. No diré nada, pero no quiero saber que te has reunido con ella en privado. ¿Fui clara?

     -Eres una entrometida -la acusa Christopher-. ¿Qué problema habría con que tuviéramos sexo? ¿Un poco de sangre? ¿Virginidad perdida? Te aseguro que después de unas sesiones Lucero me agradecerá muchísimo el haberla introducido a este mundo. Además... soy un caballero en la cama, muchas pueden decírtelo.

     -Si hay muchas es porque no eres ningún caballero -sisea ella-. ¿Qué pasa si la embarazas? ¿Cómo responderías ante el general, ante tu padre y ante la sociedad si fueras a ser padre de una criatura proveniente de otra criatura?

     -Lucía, me parece que andas un poco desactualizada, o no has follado desde hace algún tiempo -espeta él con algo de brusquedad. Lucía abre la boca, sorprendida-. Los maravillosos hombres que forman parte de la comunidad científica inventaron hace años algo llamado "preservativo", y te aseguro que es bastante eficiente. Sólo basta con que me lo ponga antes de penetrarla y eliminamos el riesgo de niños no deseados.

     -No puedo creer lo que estoy escuchando. Descarado, desgraciado y sinvergüenza. ¡No te permitiré entrar aquí nunca jamás!, si no los problemas los resolverás directamente con el general y su escuadrón de fusilamiento.

     -¿Por qué no vas a hacer algo productivo como... no lo sé, ¡lo que es tu trabajo en lugar de andarte metiendo donde no debes!?

     -¡Eso hago! ¡Cuidar de ella ha sido parte de mi trabajo desde que llegó! -Grita Lucía.

     -¡No voy a dañarla! ¡No voy a golpearla! Y si ella me pide que no lo haga, tampoco voy a tocarla. No soy un irrepetuoso.

     -Sí lo eres, y oportunista además.

     Ella se cubre la cara con ambas manos, presionando con fuerza. Miro a Christopher, busco sus ojos, intento captar su atención, pero él está demasiado alterado como para reparar en mi presencia. Me siento algo culpable por todo esto. Es por mi culpa que le están gritando y Lucía me deja fuera del regaño al asumir que no sé lo que estábamos haciendo, que él se estaba aprovechando de mí. Incluso... me causa curiosidad averiguar si eso de follar es en realidad tan barbárico y doloroso como me lo hizo parecer Lyem. Por supuesto, ése pensamiento es para mí exclusivamente, y pronto lo desecho.

     -Mira, no me importa lo que creas ni lo que digas, si no quieres que le vaya con la historia a quien pueda, como dijiste, arrancarte las bolas, será mejor que yo no te vea cerca de ella en un lugar apartado. Ahora sal de aquí y arréglate para la cena, pareces un vago. Y agradece que fuera yo quien los hallara.

     Él parece querer replicar algo, o quizá sencillamente se contenta con fulminar con la mirada a Lucía, pero finalmente suelta un suspiro largo y cansado, me mira una vez y sale de la habitación. Lucía le sigue de cerca sin dirigirme ni una palabra.

     Permanezco sentada en la cama, preguntándome si en verdad Christopher me lleva ocho años... No los luce. Me toco suavemente los labios, hinchados por tanto contacto, y pese a lo que acabo de presenciar no evito sonreír y desilusionarme a una vez: yo no quería que nos interrumpieran, realmente me gusta besarlo. Finalmente creo que soy capaz de entender qué encuentra Lyem de fascinante en tocarme, por que a mí me pasa lo mismo con Christopher; me gusta sentir su piel suave, me gusta oler su fragancia, besar cada parte. Me gusta que él me bese y me gusta que me toque. Aunque también me gusta besar a Lyem, pero no hay comparación.

     Suspiro suavemente. Me pongo en pie y me alisto para la cena, pues supongo que no estoy castigada ni mucho menos.

     Cuando bajo y llego a la mesa descubro que otra vez han reubicado a los comensales, y Christopher está sentado a mi derecha y a la izquierda de su padre; Harper sigue enfrente y ahora a su lado, justo delante de mí, está... Lyem. Un temblor me recorre la columna cuando lo veo. Aún no sé qué sentir ni qué decidir con respecto a él; no me gustó que me pegara, y tampoco que se atreviera a hacer que me corriera estando atada y amordazada como un vulgar animal. No obstante me es imposible no quedar atrapada en sus oscuros ojos verdes, en el misterio que lo envuelve, y aún me causa muchísima curiosidad saber lo que pretende enseñarme.

     Tomo asiento cuando Christopher retira mi silla, y luego lo tengo sentado a mi lado mientras el señor Quish eleva su mezquina oración de costumbre tras lo cual todos comenzamos a comer; está más relajado que cuando estaba en mi habitación gritándose con Lucía, e incluso me dirige una radiante sonrisa al advertir que me le quedo viendo. Harper no para de escrutarme como buscando algún cambio importante en mí que sugiriera... que Christopher y yo hicimos algo que quizá no debimos hacer -que sí lo hicimos, creo-, y sus constantes preguntas pronto me irritan al punto de hacerme fulminarlo con la mirada. ¿Cómo llegaron, fue rápido? ¿Qué hicieron después? ¿Saliste de la casa? ¿Adónde fuiste? ¿Quién estaba allí? ¿Volviste a encontrarte con Christopher? ¿Lucía estuvo cerca? A la mención del nombre del ama de llaves me sonrojo un poco, y al mirar a Lyem le veo enarcando una ceja inquisitiva y algo acusadora. Christopher no se atrevió a comentarle lo del picnic, y la verdad es que se lo agradezco, pero eso no impide que sienta que la paranoia de mi tutor tarde o temprano conseguirá averiguarlo.

     Luego subo a mi habitación y me preparo para dormir, reparando en que mañana es jueves y yo todavía no sé si verme con Lyem o dejarlo plantado, o decirle que se acabó.

     ¿Los correazos de veras fueron tan terribles? ¿Me sentí tan desmoralizada, tan maltratada y humillada como para cortar toda relación con él? ¿De veras quiero rechazar todas las promesas peligrosas que su sola sonrisa burlona esconde? Si lo hago entonces pasaría a ver a Christopher como mi posible amigo más obvio, pero ésa es la cuestión: ¿y si él no quiere una amistad conmigo? ¿Y cuándo lo volveré a ver?

     Me quedo dormida entre uno y otro pensamiento, y sueño con la noche en que Lyem me hizo tener mi primer orgasmo... cómo me besó, cómo me tocó. Imagino que es Christopher quien lo hace, que es su lengua la que recorre mi cuerpo en dirección sur, la que hace arquear mi columna y la que me saca ese ensordecedor grito de liberación... Sí, me gustaría hacer eso con Christopher.

No hay comentarios:

Publicar un comentario